Texto y fotografía: Milagros Aguirre
Tal vez el nombre espante, pero los primeros moradores designaron de esta manera a una zona del norte de Nagano, un valle situado en el río Yokoyu a 850 metros de altura, donde el vapor de las entrañas de la tierra se eleva amoroso y gentil entre la agreste y hostil geografía, creando una imagen de misterios, de contrastes y de temperaturas extremas.
Cuando las montañas y sus bosques se cubren de un grueso manto de nieve y de silencio, de entre la bruma descienden, de todos los puntos del valle, los monos salvajes que habitan las alturas.
Esta comunidad de macacos de cara roja (Macaca fuscata), durante los meses de clima afable, recorre los montes alimentándose de todo lo que encuentra: hongos, frutos y pequeños animales. Pero al llegar el invierno y con él la hambruna, todas las madrugadas descienden del vacío buscando los onsen y la comida que les dan los cuidadores del parque, y allí permanecen gran parte del día sumergidos en los estanques de aguas termales para vencer el frío y preservar su vida. Al caer la tarde, retornan al camino y desaparecen entre la niebla helada para dormir sobre las peladas ramas de los árboles.
Pueden reunirse cientos de macacos en un pequeño perímetro, éstas manadas están formadas por grupos y son liderados por un macho. Éstos, a medida que se van alejando del centro de las aglomeraciones tienen una posición menor en la jerarquía. Las hembras también tienen su propia jerarquía y son las responsables de transmitir toda la enseñanza a sus crías. Cuando una madre muere, otra se responsabiliza por la cría. El Macho también cumple la función de protector.
Para combatir el frío la madre naturaleza los ha dotado de una peluda piel que los defiende de las inclemencias del clima. El intenso color rojo de su cara se debe a una mayor red de pequeñas venas que transportan sangre suficiente para mantener la temperatura corporal, tanto en las manos como en las nalgas y los pies.
Estos macacos son sociables, comparten con nosotros su tiempo y espacio; son ellos tolerantes y son ellos quienes con comprensión tienen la dulce paciencia de regalarnos una pose para nuestro deleite, siempre y cuando nuestra presencia y curiosidad no los intimide. Es apacible observarlos, sin duda te cuestionarás y puedo asegurarte que de regreso a casa, habrás revelado el misterio de vivir en paz con tus semejantes.
Toda esa belleza, que de tan enorme es invisible a los ojos, está ahí en el Valle del Infierno, donde unos macacos de cara roja han aprendido a vencer el frío y la mano dura del hombre, la más temida, la que más espanta…
Ver Galería:
10 junio, 2013
Parabéns por esse trabalho maravilhoso!!!! Eu nem mesmo sabia que esse lugar lindo com essas criaturas maravilhosas existiam…
10 junio, 2013
Obrigada Natalina. Agora que ja sabe da existencia, bom seria um pulinho por esses lares. Se agasalhe, e muito frio!!
15 junio, 2013
Asombrado por la historia y complacido por el estilo, denota que el tiempo no pasó en vano y que la calidad está manifiesta me gustaría recibir más historias tan bellas como esta.
NC
15 junio, 2013
El tiempo no pasó en vano…”Yo me vi rodeando el mundo…”
Gracias Néstor.