¿Te acuerdas del éxito Manuel? ¿Todavía le sonríes a las tardes que vienen llenas de tu ilusión?

“La gente perdona todo, menos el éxito”

Ese es un dicho que es casi una costumbre en el Perú, es parte de uno de los traumas que tenemos nosotros los peruanos desde nuestro nacimiento, estamos llamados al fracaso, a la mediocridad, a ser nadie, a levantarnos siempre tarde en la historia y a vivir de préstamo o prestados que es casi lo mismo. Nunca jamás de los jamases a reconocer el mérito propio y del vecino, salvo si no es de casa, si es extranjero, es decir ajeno y no va con nosotros. Comúnmente se acepta que es parte del trauma colonial que nos endilgaron los españoles y no se quita con nada, ni con jabón o con lejía, está impreso en el ADN de la conciencia nacional. Sino pregúntenle a cualquier futbolista que se respete o haya caminado por los campos de la duda, sobre todo a los dueños de la gambeta, el tirar la pelota para atrás y las filigranas del seleccionado nacional, cansados de perder en el último minuto y de tener como subtitulo no hemos ganado nada en alguna competencia internacional. Estamos condenados en el mejor de los casos en el fútbol nacional a empatar y ya estamos por bien servidos.

Lima

Debajo de la ropa de nuestras servidumbres coloniales ha quedado acurrucada la mentalidad colonial, esa de preferir siempre a los extranjeros y si es de ojos azules y blanco mucho mejor, para que no existan dudas al respecto. Por eso el salir al extranjero, antaño un placer o un privilegio de pocos, de la minoría oligarca dueña del país, en la actualidad es una necesidad de cualquier hijo de vecino que termina su secundaria o sus estudios universitarios, auspiciada por los vuelos internacionales y el desempleo. La globalización y esas modas han acentuado esta costumbre también. Pero a quien sea que salga, se le arriman sus saluditos y sus felicitaciones respectivas, no faltaba más, ya es un “extranjero”. ¿Dónde estás corazón?, no oigo tu palpitar, cantaba un bolerazo de los de antes.

Pisar el suelo extranjero ya es todo un “éxito”, automáticamente pasa a integrar el grupo privilegiado de los que optan por el status de “extranjeros”, de minoría privilegiada y a ostentar las bondades de todo lo moderno y desarrollado. No importa mucho la verdad si eso es cierto, si el trabajo corresponde a esas pretensiones, si obtiene todas las alegrías que su ambición poblaba allá en la Lima lejana y caótica. No interesa mucho la verdad si limpia platos o refriega los pisos, lo que interesa es el verdor del billete y el estar allá en el otro lado de la balanza, donde de una u otra manera, la suerte, la habilidad personal, el destino o lo que sea, siempre hay una oportunidad para acostarse con la incertidumbre y levantarse con esa señora tan apreciada que es el éxito y sacarle el cuerpo a la miseria, a la necesidad, o sea al destino inevitable que camina con nosotros en Lima.

Emigrar o mandarse a mudar al extranjero forma parte del abanico cada vez más pobre de oportunidades que ofrece el Perú, arrumado en su papel de productor de materias primas de escaso valor agregado y de escasas alternativas válidas en el mundo global. Así que no es extraño que el fulano o el hijo de la zutana, se embarque en el avión de sus sueños y zasss, nos este mandando buenas novedades o mucho mejor aun los verdes que darían esperanza a la vida por vivir de los que se quedan.

La vida es una suerte de espejos, en donde nos miramos o nos miran. Si el espejo esta sucio o mal colocado es lo de menos. Estrictu sensu, el éxito se mira en relación a los logros personales que tiene el susodicho que aspira a algo. Estar en el extranjero es ya parte del éxito, y se valora como tal. A tal punto que ahora en el sistema financiero peruano le dan opción para acceder al crédito hipotecario, faltaba más. Es el estatus inalcanzable para muchos, el comienzo de las oportunidades y es el criterio válido y universal para pasar de la categoría de eximio pateador de latas en Lima a caminante universal, a ser “extranjero”, sin faltas ortográficas que lamentar, chamullando un poco el lenguaje extranjero mucho mejor, no importa que sea espanglish o cuatro palabras mal entonadas. Ya eres un hombre de “éxito”, o camino a los éxitos. Mis felicitaciones mi estimado caminante ya estas en el camino del éxito o bebiendo o acostándote con el éxito, lo que es bien mirado mucho mejor. No hay dudas al respecto, y no importa de donde vienen las felicitaciones, no hay por donde mi estimado, ya estas en el extranjero y el único problemita que le queda al susodicho, flamante “extranjero”, es recoger los billetes, provecho. Porque según el mito popular peruano el dinero en el extranjero está tirado por el suelo. Otra de las primicias a que nos tiene acostumbrado el destino en Lima, un mito sin fisuras y sin complejos, “en el extranjero el billete está botado”. Nadie se permite dudar ni del mito ni de la realidad, esta no es bienvenida, porque siempre en el Perú, hemos vivido de mitos y de ilusiones y nadie los va a sacar así como así de semejante sueño, ¿para qué?

Entonces tenemos que a partir de aquí, el éxito se divide en varios caminos, fragosos, difíciles de entender, pero comprensibles para quien quiere salir adelante, con su mochila de recién llegado y buscando por donde hay sitio. Una primera situación es, ¿en qué parte del camino estás?, con el polvo de los recién llegados y sin visa o con la tranquilidad sin desmedro de los que la tienen. En general, casi nunca es posible sacarse de encima el polvo del camino, la dura capa de extraño del lugar, la doble piel del caminante sin patria y sin destinos. Cuesta mucho y muchas veces eso no es posible, se va contigo de este valle de lágrimas. Pero si es posible mirar el destino y el futuro, depende ya de tus manos y de tu práctica. Y una manera de ubicarse mejor ante la vida es pasándote al otro lado de la orilla del río, un camino rápido y sincero es casándote con alguien de esa parte del río. Con ella además de la visa obtienes la cercanía real de pertenecer al sistema, al sueño. Dejar de abrazar las soledades del destierro y del abandono, para besar de cerca al sueño de la vida grande en el extranjero, pasar a la otra orilla y gozar, ahora si, plenamente del status soñado de ser extranjero en un país extraño, sacarse la piel de peruano aunque sea en un pasaporte. Reírte de la vida y acostarte con ella. Y no un abandonado del destierro.

Lo malo es que este camino está muy recorrido y hasta bloqueado y vapuleado por los millares de compadres que lo han trillado, humedecido y acabado, convirtiéndolo en un simple y vulgar negocio, a tanto el dictamen y a tanto las oportunidades, y no tiene nada que ver con los sentimientos tan volátiles y venidos a menos. Por este motivo es difícil en muchos casos ser aceptado o tratar de recorrer este camino. Pero está allí atento a las oportunidades. El amor a veces existe, lo malo es que cuando falta el tiempo ya no se sienten sus pasos y su resuello. Tranquilo a todo hay que acostumbrarse. Pero mientras haya vida y salud, nada esta perdido, y los caminos del éxito, se pueblan de esos días sin patria y sin camino, pero que bien aprovechados, nos sirven para ir aprendiendo, algo vital si se quiere sobrevivir. ¿Cómo comprar en el supermercado?, ¿dónde vivir el sosiego o el desencanto cotidiano?, ¿cómo sacarle cuerpo a los malos días y al infortunio? Ese lento aprendizaje empieza apenas llegas y no tiene final, siempre se esta aprendiendo, siempre. Es como la respiración, está allí, y forma parte de tu vida. Esa vida llena de desencantos y de agonías, que tú escondes muy bien en la pocas cartas que haces al mundo que dejaste atrás.

¿Qué es lo primero? ¿el sudor frió del clima distinto, de las novedades? o el camino sin final del trabajo incansable, ¿por dónde se llega primero a la conclusión, de que cualquier lugar es mejor que mi país, que mi ciudad, que mi casa? Acostado con la soledad de la noche y del cansancio, seguro, en la noche con lluvia de espanto, cuando no hay una oportunidad firme de trabajo, en medio de las noticias sin eco de algún triunfo deportivo de la patria lejana. Hay muchos lugares, la clave es que ese sentimiento siempre va estar allí, con su aliento detrás de tu esfuerzo, ante las dificultades de la vida sin retorno en el exilio, los problemas cotidianos para encontrar la llave de la fortuna y del éxito.

Porque de todo te puedes olvidar, hasta de tu cara, pero no puedes olvidar que estas aquí para sacarle la vuelta al infortunio, que tienes que trabajar para ahorrar, sacar, obtener, o como sea que sea, dinero. Porque en algo tú no estás perdido, sabes perfectamente que el éxito no cae del cielo, que patear latas en el extranjero no te da ningún privilegio ni ninguna posición real. No puedes ni tienes tiempo ni vives ni almuerzas con los mitos y las mentiras de los que quedaron en la lejana Lima. Sabes que el éxito se mide a tanto en dinero, a tantas cuentas bancarias, a tantos sudores, a tanta fortuna, buena o mal habida que de eso, seguro, nadie se va a preocupar.

Empecemos por el principio, para que los malos vientos del desconcierto nos saquen del camino, apenas el caminante ha guardado la mochila o la maleta en el mejor de los casos, en el armario y empieza una rutina que le calca la vida en los horarios de trabajo, de descansos, de cansancios en todo, hasta de pensar que mejor era el desconsuelo sin dinero de Lima, apenas despierta y se da cuenta que tiene un día libre, ¡por fin!, ¿qué es lo primero? Llamar a Lima y dar noticias de que esta vivo, abrazar a la frazada generosa que lo protege del frío, buscar donde solucionar su grave problema de soledad, o hacer turismo como diciendo, aquí no ha pasado nada, no creo, tan drástica alternativa se da muy poco. Lo usual es que se embarque en algunas de ellas o prefiera que el camino de la vida decida por él, sin remedio y sin pausas, lo deja al azar, ya no esta para pensar mucho, eso es para los otros los que latean sin remedio en Lima, a ellos les sobra el tiempo y les falta el dinero.

La foto con el carro atrás. Para cuando más o menos el privilegiado caminante se ha acostumbrado al paso implacable de los días, para cuando se de cuenta que puede respirar y más aun, que no necesita ayuda, para esos momentos, tan esperados como el día del pago. El afortunado auto exiliado, se toma la foto del destino. Ayudado por algún colega de infortunios o un vecino. Despliega la sonrisa peregrina delante del carro lleno de pretensiones que esgrime como muestra de una realidad largamente esperada allá en la lejana Lima, el éxito. Claro es un éxito también peregrino e impostado, hay casos y casos, donde falsificar la realidad no molesta a nadie y con la finalidad de alegrar la vida de la buena gente de Lima, se para delante de cualquier carro o busca uno bacán, y listo; o en el mejor de los casos si ese automóvil es suyo, es de cuarta mano y llenos de tantas fallas y ganas de jubilarse que también ha jubilado sus orgullos. Pero en la fotografía y menos en Lima que son tan propensos a ser miopes, eso es lo de menos, ¡un carro!, caray yo también quiero irme, piensa el primo, el amigo o el vecino. Es el momento y es la muestra ya no ya, de que se ha cumplido con la misión, que se ha graduado de caminante con todos los honores y es que un carro, de lo que sea, es y seguirá siendo por mucho tiempo en Lima, sinónimo de estatus. Igual que sentarse en un Mac Donalds, o en un Kentucky, da cache y mucha gloria. Solamente los que pueblan la categoría A y bueno algunos Bs del estrato estadístico, se sienten con el privilegio de morder una hamburguesa chatarra en Miraflores o en La Molina, ¿no? Es parte de las imágenes nacionales, casi siempre confundidas con la realidad, y es que claro, tienen razón, todo lo que viene o es del extranjero es de calidad “in”, no importa que sea popular al otro lado de la villa, para nada, si es extranjero y con nombre gringo mucho mejor. Nunca se desgastan las pretensiones.

No siempre la foto de la constancia del éxito es con un carro atrás, no siempre, en muchas ocasiones la reemplaza una amiga, ocasional y sin recuerdos, el lugar de trabajo, en fin, no se agotan las posibilidades, tan amplias como la ambición y la necesidad humana. Necesidad de cariño, de alegrías y de autoestima, para no odiar casi siempre el camino lleno de nubarrones, oscuridades y desencantos que pueblan su vida de migrante pobre en un lugar extraño. En algunas oportunidades, esa necesidad de la foto para la familia lejana y hambrienta de imágenes donde rellenar sus esperanzas de éxito, es realizada en el lugar donde se vive. La casa, el edificio, el bulevar, el altillo, la cornisa, donde duermen sus cansancios eternos. Pero casi siempre es ocultada y/o menoscabada, para no desilusionar a la afición que lo esta escuchando. Si vive en el sótano, descalzo y con diez tigres caminantes como él, la foto muestra toda la magnificencia de la residencia, sin mencionar claro ese pequeño detalle sin importancia. Igualmente si pernocta en un edificio, se busca el ángulo más impresionante, y se obvian detalles. En los casos extremos se suplanta la residencia verdadera y se busca una a la medida de tan digno caminante, total a nadie le va a preocupar si es falso o verdadero, porque de eso vivimos en la lejana Lima, de mentiras.

Toda verdad que hiere es una ofensa y toda mentira que halaga es una alegría que todos esperan. Así pues a nadie en su sano juicio se le va a ocurrir poner o decir la verdad verdadera a los ojos o los oídos de quienes quieren continuar viviendo el mito de las ilusiones, o sea de las esperanzas. Nadie es tan mala gente para poner entredicho las ilusiones y los artificios de esas personas, que son sus familiares o amigos más queridos. Una mentira de este tipo, no es una falsedad que hiera o que perjudique, al contrario, es una actitud que busca crear la felicidad en los demás, la gente esta esperando las mentiras, cuando más mentirosas sean, más apego y gusto por las mentiras le tienen, mas contentos se ponen y agradecen sinceramente al compadre, amigo o familiar extraviado que tan gentil mente comparte, no sus mentiras, no lo son, sino sus ilusiones, porque de eso se trata de vivir o de sobrevivir al mundo real y pedestre tan desgastado y tacaño, con lo más cercano a un nosotros, las ilusiones. Esta actitud forma parte del “éxito”, estar montado sobre la vida, los símbolos del estatus económico, la belleza, las capacidades y ser amo de ellas. Los que se quedaron esperan eso, ilusiones (mentiras), entonces no son simples engaños o plagios, no pueden ser, de ninguna manera, tienen carta certificada de autenticidad en el corazón y la mente de las gentes. Entonces una mentira es una realidad en la cabeza de las personas, como dirían los mexicanos, “es lo mismo solo que diferente”.

El dinero, que siempre llega tarde y casi nunca existe en la Lima lejana, es una realidad que emana de los sudores, de los cansancios, de los ajetreos y de la dureza del cielo que nos acompaña. Es la primera satisfacción intima que se atesora, tanto o más que el éxito. La plata para la familia, los motivos más concretos a tantos sacrificios, el sentirse más o menos valorado en el diario caminar y saber que para algo bueno llegaste a este valle de lágrimas. Cada mes, cada quincena, cuando terminas de enviar la remesa tan esperada por todos, allí tranquilo te fumas un cigarrillo cubierto de soledades, pero alegre de que sea posible, cumplir con tus anhelos. ¿Te acordarás del éxito Manuel?, ¿pensarás que ese es el sabor del éxito?, o ya habrás mandado definitivamente al carajo las quimeras y te habrás centrado en sobrevivir al calor, las heladas y los malos días.

 (Publicado originalmente en “Pacarina del Sur”, Revista de Pensamiento Crítico Latinoamericano.  Año 3, núm. 12, julio-septiembre, 2012)

Autor: Álvaro Del Castillo

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2 Comentarios

  1. me sorprende la indiferencia de la colonia Peruana a tan excelente articulo, tal vez sea porque has metido el dedo en la herida… tu retorica Alvaro tiene fuerza y un estilo muy personal… espero poder leerte mas seguido.

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  2. ineteresante, pues me encuentro el el mismo camino. Tan solo que con la mochola llena de diferentes expectativas y diferentes fracasos.

    felicidades, esta muy entretenido y bueno.

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