“Noche de espera” (poema)

 

NOCHE DE ESPERA

Recuerdo aquella noche…

Negra y gris, como el mismo infierno…

Te esperaba.
Bajo un pórtico de mármol, caoba y granito.
Y unos cuadros que compramos en la feria.
Cuadros tuyos. Cuadros nuestros.

Te esperaba.
Tic-tac. Tic-tac. El reloj haciendo eco.
Canturreando, como una burla del tiempo y de la vida.
Vida tuya. Vida nuestra.

Te esperaba.
Cabizbajo recordaba nuestra charla.
Nuestra cena de hace un año.
En la sala de espera donde te entregué el anillo,
donde rápido y valiente alcancé a tomarte la mano
y decirte que hace un año que esperaba ese momento.
Tuyo y nuestro.
Momento divino, momento de dicha y regocijo.

No sabía que la vida tendría otro designio,
no sabía que la codicia y la torpeza se aliarían como buenos vecinos.
No sabía que rienda suelta daría a mis pecados, a mis yerros,
a mis verdades ocultas y mis miedos perdidos.
No sabía que vendrías, y me encontrarías derrumbado,
construyendo una alabanza a la nada,
cantando a la nada,
y de nada absorbido.

Y fue clara mi avaricia,
fue expreso el egoísmo y las ganas de no compartirte mi ira,
de no inmiscuirte entre mis brazos gélidos y sin brillo,
pues no quise lastimarte, o mejor dicho, lastimarme a mi mismo.

Y ahora mírate, estás hecha de alcurnia y campanadas,
de ciento veinte miradas ajenas,
de millones de espadas rodeando tu vida, tus mañanas, tus idas y venidas.

Estás llena de albedrío.

Te esperaba.
Esa noche. Mas sabía que no vendrías.
Para qué inmiscuirte entre helechos de hierba oxidada,
para qué resucitarte las penas
cuando era el mismo cielo el que protegía tu cuerpo cálido y sereno,
tu rostro humilde y abnegado,
tu mente lúcida y eterna.

No vendrías, no viniste.
Y me quedé solo con mis ruegos y miserias,
con mis días acabados entre risas y blasfemias,
entre girasoles marchitados y palomas sin alas ni picos.
Todo lo que era tuyo lo dejé abandonado en aquel pórtico,
allá donde estabas,
allá donde estaba mi recuerdo de ese día asesino.

Y me quedé allí desconcertado,
pues si bien es cierto que paso mis noches en vela contigo,
tú ya estás en otra parte,
en otro lecho, en otro cuerpo y otra mente, y muy lejos.

Por qué vendrías a complicarte si ya, para ti,
ni siquiera existo.

Y el reloj que no paraba,
y la noche que seguía siendo noche, para todos, para siempre.
Y ahí aún sigo.
Esperando que regreses, aunque sé, que aunque estés lejos y distante,
aún sigues conmigo.

Te veré mañana de nuevo, como cada noche,
te esperaré bajo ese pórtico de mármol, caoba y granito.
Y aunque nunca llegues, no me importa, me basta con tenerte cerca,
me basta con respirar a tu lado y abrazarte escondido.

Aunque sólo sea esta noche.

Mario Poe VRSV


Publicado en la revista Kantō número 7, pp. 52 – 55

Autor: Mario Poe VRSV

Comparte en

Deja un comentario. Puedes usar tu cuenta de Facebook, escribes y solo haces clic en el ícono. ¡Gracias!

A %d blogueros les gusta esto: