Por Álvaro Del Castillo
(Publicado originalmente el 19 de marzo de 2011)
Un aspecto que pese a que lo conozco me sigue sorprendiendo, es que no se ven por la televisión japonesa ni cadáveres, ni reclamos de las personas, muy pocas lágrimas y en casos extremos, de las personas que están allí en el lugar de los hechos. El llanto destemplado de un hombre ante la pérdida de todo, al borde de lo que un día fue su hogar y solo había agua y desechos. O el de una mujer que encontró a su marido, dentro de su auto, muerto. En esos casos las lágrimas salen incontrolables y la televisión las pasa, pero son hechos excepcionales. Los únicos cadáveres que he podido ver por la televisión, son a lo lejos y totalmente cubiertos cuando son cargados por los rescatistas. Este es un desastre donde se puede dudar de la cifras, porque no hay muertos, al menos no en los medios de prensa. Con esta actitud, muy japonesa, se busca no molestar a los demás, no cargar de cosas negativas a las personas, y también por el respeto japonés a los muertos. En medio de la tragedia, no aumentar el dolor, no importunar, que el grupo siga cohesionado y no se pierda el optimismo. No cargar de energía negativa a quienes los rodean, soportar hasta donde sea posible y evitar que nuestro individualismo moleste a los demás. Por eso no se ven lágrimas ni muertos.
Esta actitud corre paralela a la actitud del gobierno de no decir toda la verdad, y los ciudadanos admitir y aceptar que el gobierno no diga la verdad. Eso en japonés es el tatemae, según las costumbres japoneses es de mal gusto, trasmitir las malas noticias, los problemas de cada persona a otras, y si decir la verdad, causa molestias, genera tristeza o situaciones incomodas, mejor es no decir la verdad verdadera. Casi nuca se dice “NO”. Por eso es descortés decir la verdad si sabemos que va a ocasionar dificultades. Esa conducta social, el tatemae, se aplica puntualmente en estas dolorosas circunstancias. En cualquier parte del mundo los gobiernos mienten, por conveniencia política o por que no les queda otra, para no generar pánico. Pero en Japón, los ciudadanos lo saben, y lo admiten, ningún periodista está averiguando la verdad, sino en tratar de informar la verdad del gobierno, porque todos saben del tatemae. Para nosotros suena incomprensible, lo sé, para mí también, aun hoy, porque no soy japonés. Pero para ellos es natural, no se debe perjudicar las relaciones sociales, con malas noticias, ya hay suficientes con las que cada uno tiene. Y por último, los japoneses confían en sus autoridades, confían que están haciendo lo mejor y que se sacrificaran por ellos. Claro que muchas veces esta costumbre es aprovechada por los políticos para esconder la realidad con fines inconfesables. Pero como todos sabemos, la verdad es un hijo de vecino que siempre aparece y sale, sobre todo en el momento más adecuado. Por eso los japoneses no están piteando ni reclamando nada, menos algo tan innecesario como la verdad, y ante la amenaza nuclear esperan estoicamente que se resuelva. Los extranjeros según la prensa, están copando los aeropuertos para salir disparados.
La otra parte del tatemae japonés es el honne, lo que uno piensa de verdad, la auténtica opinión de cada persona, y que en la cultura japonesa, nunca sale a la luz del día. El verdadero sonido del alma, la verdadera intención. No se saca mucho a relucirla porque el ser humano es complejo e imperfecto, pues esa complejidad contiene sentimientos encontrados: los buenos, los malos y los feos, que sabiéndose imperfectos, es necesario no darle rienda suelta, hay que domarla, cuanto mas madura la persona, mayor capacidad de domar los impulsos, controlar intencionalidades, son como fieras con las riendas suelta, que hay que amarrar, para que no causen el caos como los tsunami.
Nosotros los extranjeros, no estamos ni en el honne ni en el tatemae, sino que estamos parados al borde de la cuneta de la vida, y por nuestra situación no podemos movernos, estamos demasiado anclados al Japón de las tembladeras, y no nos queda otra que esperar y ver que pasa. Claro que si esto empieza a caerse y la radioactividad torna irrespirable la vida, tal vez salgamos disparados, pero aun no estamos en esas. Lo único malo es que cuando llegue ese momento, solo vamos a tener nuestras piernas, porque son millones los japoneses, así que todo queda en manos del destino. Pero estamos atentos.