Texto y fotos: Dante Nishio ©NISHIO240/photography
La fotografía macro, es la fotografía de las cosas realmente pequeñas, en la cual se amplia al objeto o sujeto fotografiado a su tamaño real o varias veces más. Por medio de este tipo de fotografía se puede observar cosas que a simple vista el ojo humano no consigue ver.
La definición líneas arriba es solo un escueto concepto fotográfico. La fotografía macro es algo muchísimo más complejo, arduo, gratificante y en mi caso, adictivo…
El despertador suena, son las 7 a.m. Los semi セミ (cigarras) cantan de manera estrepitosa. Mi esposa y mi hijo duermen plácidamente aún por ser domingo. Veo a través de la ventana: el taifu (tifón) ha pasado y quedó una mañana extremadamente soleada, lo que me indica que será un buen día para ir de “cacería”. Preparo la mochila con mi equipo en un dos por tres, me echo generosas cantidades de repelente, me pongo el sombrero de Indiana Jones, y salgo sin hacer mucho ruido. Me dirijo al pequeño bosque del santuario que colinda con el río, su extensión y su estado casi salvaje en verano son perfectos para mi propósito: encontrar algunos bichos para fotografiar.
Si bien la fotografía macro no se centra exclusivamente en fotografiar insectos; particularmente me atraen por el reto que implica y por la gran variedad de hermosos especímenes que alberga esta isla.
Sí, nada como estar en medio del bosque caminando furtivamente, acechando con la cámara, respirando y observando la naturaleza viva. Me siento el niño explorador que era a los 8 años, el que aun creo que soy.
El bosque se ve calmado e inhóspito, solo se escuchan las escandalosas cigarras por todos lados; pero el tiempo me ha enseñado que todo esto es pura apariencia; ellos están allí, siempre están allí observándote, sintiendo tus pasos, hasta oliéndote podría decir.
Camino muy sigilosamente, agudizo la vista, miro sobre las flores, en los tallos, el follaje, piedras y troncos. Busco especímenes que aun no he fotografiado; llevo dos años tras los pasos de la “Vespa Mandarinia Japónica” conocida localmente como Suzumebachi スズメバチ, la avispa gigante japonesa, que por su envergadura, carácter y fama, se ha vuelto como el Santo Grial para mi.
En este camino de búsqueda de ejemplares, me he tenido que convertir en una suerte de botánico/entomólogo tinterillo; saber de qué se alimentan, cuándo hibernan, su época de reproducción, el hábitat donde viven; es crucial para poder aumentar las posibilidades de un encuentro cercano, muy pero muy cercano.
En macrofotografía se debe utilizar objetivos (lentes) o artilugios (tubos de extensión o anillos inversores), que permitan una distancia de enfoque muy corta, para poder alcanzar una ampliación mínima de 1:1 o sea lograr plasmar en el sensor de la cámara el tamaño real del objeto.
Algunos parecen modelar para mí, se quedan inmóviles por largo tiempo, en agradecimiento, también me tomo mi tiempo con ellos. En el caso de los alados, tengo que seguirlos casi corriendo hasta esperar que se posen, o por el contrario, esperar largos minutos en su flor predilecta.
Cuando las condiciones de luminosidad no son favorables o es un bicho exótico el cual es muy poco probable que lo vuelva a ver, me los llevo al apato (departamento), ya en la tranquilidad de mi hogar y bajo condiciones más controladas, los hago posar para mí.
La fotografía Macro lo pone todo a prueba se enfoca tan cerca que la profundidad de campo es mínima, es recomendable trabajar con aberturas muy pequeñas (f16 para arriba) para aumentar la profundidad de campo. A estas cortísimas distancias, cualquier movimiento del insecto o temblor de la mano tiene consecuencias dramáticas, por lo que es necesario disparar a altas velocidades para congelar la acción.
Aberturas pequeñas + velocidades altas = poca luz.
De allí que es muy recomendable trabajar a veces en espacios con iluminación controlada o el uso de flashes o rebotadores.
Regreso a casa con la memoria de la cámara llena de fotos y ansioso por verlas en el ordenador. Las analizo una por una, la composición y el enfoque son mi principal preocupación al momento de seleccionar con cual me quedaré.
Cuando alguna foto resulta de la misma forma como lo imaginé y sentí al momento de hacerla, el bochorno me atrapa y siento como la dopamina corre por mi cerebro provocándome ese placer que no hace más que alimentar esta diáfana adicción. ♦
(Publicado en la revista digital Kantō número 2, páginas 32 – 39)
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