LA TÍA JUANA

Por Gurmesindo

Como todos los fines de semana hice rebotar la pelota tres veces frente a la puerta del apartamento de mi amigo Raúl, antes de gritar como loco “¡Rauuuúl, vamos al parque!”

Después de cinco minutos abrió la puerta la tía Juana, la mamá de mi mejor amigo. “Hola Gurmesindo, pasa!”, dijo.

Entré a la casa y mientras la tía me contaba que Raúl seguiría trabajando un par de horas extras más en la bodega, llegamos a la cocina.

Era a principio de los ochenta, y en este año era la segunda vez que nos mudábamos de apartamento. De nuevo, otro cambio de barrio, de colegio y de amigos, pero ya estaba acostumbrado. A mis 16 años dominaba la pelota como todo un profesional, por eso me apodaron “pelotero”, el fútbol era mi pasión.

La tía Juana, la mujer más bella de todo el barrio, me dijo con un tono alegre: “¿Gurmesindito, me ayudas con la comida, hasta que llegue Raúl?” No podía negarme por dos cosas: uno, me gustaba como me contaba las anécdotas de su juventud; y dos, me gustaba la cocina… ¿o era la tía?

—Gurmesindito, hoy te voy a enseñar a preparar otro plato, ¿okey?
—Okay tía, pero no me llame Gurmesindito.

La tía Juana se las ingeniaba para ayudar al vago del papá de Raúl a traer unas cuantos billetes más a la casa, cocinaba para todo evento que hubiese en el barrio. Ésta vez preparaba comida para un cumpleaños, al cual también fui invitado, ya que la fiesta era para el hermano de mi amiga Margarita.

La tía Juana prendió la tevé y se puso a ver su novela favorita, una enlatada novela mexicana muy de moda en toda Sudamérica.

—Tía ¿y ahora qué hago? —pregunté.
—¡Saca el chancho! —respondió sin despegar los ojos de la tevé.
—¿De dónde tía?
—¡De la olla, Gurmesindo!
—¿De la qué…?
—¡De la Ollaaa! ¿eres sordo?

La tía me enseñaba todos los secretos de su cocina, con tal de ver su telenovela. Este es el cuarto plato que aprendo a preparar. Por cierto, los fines de semana, se me juntaban las fiestas, las pichangas de fulbito en el parque, y las “clases” de cocina de la tía Juana.

—Gurmesindo ¿ya metiste las papas y la cebolla?
—¿Eh?, ¿las papas y la cebolla, dónde?
—¡En la Olla chico! ¿a donde más?, y bájale el fuego.

Después de casi dos horas la novela ya había terminado pero la tía seguía pegada al televisor, ahora miraba una serie americana y mi amigo Raúl ya no tardaría en llegar.

—Tía, el chancho ya está listo ¿qué tengo que hacer después?
—Hijo, igual que la otra vez, como lo hiciste con el pollo ¿no? Sácalo de la olla.
—¿De dónde dijo tía?
—De la olla, Gurmesindo… ¡De la ollaa!

Al día siguiente, en la fiesta, me acerqué a la mesa llena de deliciosos platos, y las señoras del barrio elogiaban a la tía Juana por tan delicioso Chancho a la Olla. Ella me miró con una sonrisa en los labios y regalándome un guiño dijo “Chancho, Gurmesindo De La Olla…”

Así, en el barrio ya no sería más el “pelotero”. ♦

Carne de cerdo a la olla:

 

 

(Publicado en la revista digital Kantō número 2, páginas 86 – 87)

Autor: Gurmesindo De la Olla

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2 Comentarios

  1. Tengo que cocinar ese cancho a la olla!
    Y se llamará: De la olla a la panza.

    Responder

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