Había una vez… (Parte I)

La fuerte luz del monitor contrasta con la oscuridad de la habitación. Van a ser las dos de la madrugada y esta vez, desde que me senté a tratar de escribir a ver que salía, no he podido detenerme. ¿Será porque los recuerdos que voy volcando son los que me sucedieron y no me los contaron o será que simple y llanamente hoy estoy inspirado? Aunque no creo mucho en eso de la inspiración, pero sí en el trabajo continuo y en el hábito que es lo que permite crear. En fin, solo son imágenes dentro de mi cabeza que están dando vueltas y no se decidían a salir en forma de palabras. Solo palabras en un primer momento y que luego se convierten en una historia, unas veces lentamente y otras, como hoy, de manera rápida.

Creo que esta historia debería comenzar como los cuentos que nos solían contar nuestros padres cuando aún éramos pequeños para poder ir a dormir tranquilos.

Había una vez… Hace mucho mucho tiempo, un país muy muy lejano, del que todos hablaban y al que todos querían ir. Un país, que decían los que sabían o tal vez no sabían nada pero hablaban, que era tan rico, pero tan rico, que allí casi casi se encontraba el dinero tirado.

A estas alturas supongo que ya sabrá de que país estamos hablando ¿verdad?

Voy a ir haciendo un repaso y contándoles que fue lo que me sucedió y lo más probable a usted también.

Salí de mi querido Perú por una agencia de viajes que se suponía no nos iba a jugar una mala pasada. Además, como iba a ser posible si era una empresa nikkei. Grave error ¿verdad? Esa honorable empresa terminó trayéndonos por estos lares con el visado Technical Training ¿ya recordó? Pues si aún no lo recuerda lo ayudo un poco: era una visa que solo duraba 6 meses y que pasado ese tiempo teníamos que regresar al país de origen, en nuestro caso el Perú. ¿Qué año era, lo recuerda? Inicios de 1989.

Algunos llegamos asustados a esta isla, otros tristes, otros más medio borrachos de tanto beber en el avión, pero creo que todos con una meta en común: eran las ganas de juntar el dinero del que tanto hablaban y pasado un tiempo prudencial, regresar felices y contentos.

Ya pasaron más de 20 años y aún no regreso, será que me estoy tardando un poquito ¿no?

Pero vayamos por partes. Recién llegados nos subieron a una camioneta tipo combi de Perú. Todos mirábamos a través de las ventanas para descubrir cómo era el país del que tanto se decía. Lo único que se veía eran autos a nuestro alrededor y mucha lluvia, ese día llovió a cántaros, por lo menos eso era nuevo para mi, nunca había visto caer tanta agua del cielo como esa vez.

Después de viajar un poco más de tres horas, nos dejaron en una especie de edificio, con varios cuartos. Más tarde me enteraría de que el lugar a donde nos llevaron se llamaba Mooka y estaba en la prefectura de Tochigi.

El tipo que nos trajo distribuyó en cada dormitorio a varias personas. Ingenuamente esperamos que volviera al día siguiente. Todos querían salir a comprar cosas e ir por ahí, pero nadie tenía yenes, solo dólares. Pensábamos que en la esquina se podría cambiar nuestros dólares, como en el Perú.

El amigo desconocido no volvió al día siguiente, ni a los dos días, se apareció casi una semana después y tan fresco como si nada hubiera ocurrido. Afortunadamente yo tenía diez mil yenes, la propina que una tía japonesa que vive en Okinawa nos dejó. Gracias a eso pudimos hacer nuestra olla común. Pero en nuestros equipajes , aparte de la ropa, había hasta té, al menos yo sí traje, pues mi querida y precavida mamá mandó ponerlo dentro de la maleta. Y esa también es otra historia, nos mandaban como para la guerra, había de todo, hasta papel higiénico…

Eran otros tiempos definitivamente. Ahora todo el mundo está concentrado con sus celulares, sus iPhones, pero antes nada de nada. Para llamar por teléfono a Perú teníamos que ir a la cabina pública internacional, porque no podía ser local. Y si no se tenía la tarjeta telefónica de llamada, dentro de la cabina había una pequeña máquina expendedora para comprarla. Con eso se conseguía el tan ansiado pasaje para poder, al menos por un momento, estar más cerca de las personas que amábamos y extrañábamos. Y cuando digo poco tiempo, era realmente poco tiempo, pues las llamadas costaban “un huevo” (precio elevado). Y eso que teníamos que esperar hasta después de las 11 de la noche, en que la tarifa era más barata. Allí, en esa cabina, semana tras semana encontrábamos a la gente haciendo su cola, así lloviera se congregaban, y es que allí se podía encontrar a quienes hablaban nuestro mismo idioma y eso ya era motivo de una inmensa alegría….

Seguimos en la siguiente ¿les parece? Más tarde tengo que trabajar y ya me dio las 3 de la mañana.

Autor: José Luis Miyashiro

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3 Comentarios

  1. Esos btiempos en que una llamada de telefono de 20minutos la hacias con un KADO de 5mil yenes ……

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  2. Si! Las llamadas eran todo un lujo, pero siempre religiosamente volvíamos semana tras semana …

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  3. Recuerdo muy bien que ese año fui al Jorge Chavez para despedir a un primo y ví una escena que nunca voy a olvidar. Un Sr. de unos 40 años viajaba al Japón y su hija, de más o menos 12 años, estaba colgada del cuello de él llorando e implorando que no se vaya. Era una escena muy triste. Parecía que el Sr. se iba a la guerra.
    Pero ahora, te botan. Te encargan que les manden los últimos game que existen en el mercado o una buena mesada.
    Como han cambiado los tiempos

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