Francisco y la evocación del pasado

Por Bernardo Nakajima (Astigueta)

 

BergoglioJapon

Jorge Bergoglio (actual papa Francisco) durante una visita a Japón

No sé si conozco al Papa Francisco, pero a Jorge Bergoglio tal vez sí. Pero esta es una de esas viejas historias de allá lejos y hace tiempo. Por entonces, con apenas cuarenta años, él era uno de los provinciales más jóvenes que tuvo la Compañía de Jesús en Argentina, y yo, despuntando los veinte, un aspirante a jesuita. Nuestro primer encuentro fue corto pero denso. Lo primero que me preguntó, muy serio, era si yo estudiaba “danzas clásicas”… solo para conocer, mientras se reía, mi reacción ante tan inesperada ocurrencia. De allí en más, las preguntas fueron solo excusas para conocer mis intenciones como postulante a la vida religiosa. Su mirada apuntaba muy adentro. Era un hombre acostumbrado a escrutar lo que hay en el interior de sus interlocutores.

Durante los años siguientes siguió de cerca mis progresos en la vida religiosa, hasta que dejó de ser Provincial para ser Rector del teologado, donde yo pasaría todos mis años de formación en Argentina. A partir de entonces conversábamos regularmente, una o dos veces por semana. Él escuchaba con mucha atención y pocas palabras, más con el corazón que con la mente, siempre mirando por dentro, auscultando la persona.

Bergoglio&Kolvenbach

Jorge Mario Bergoglio y Peter-Hans Kolvenbach (29° Superior General de la Compañía de Jesús)

Por las noches le gustaba ir a donde estábamos los más jóvenes, tomando café o jugando a las cartas. Allí se mezclaba con todos, sin investidura. Hablaba en nuestro lenguaje, y compartía las mismas bromas de doble sentido y palabras soeces. Todos éramos iguales. Aparecía siempre un poco tarde en el comedor, pues se demoraba atendiendo a alguno. Comía a la ligera, como si alimentarse fuera una obligación más que un placer, y se retiraba pronto para seguir atendiendo a los suyos. Su ropa era siempre la misma, pulcra pero desgastada, y su habitación carecía de adornos, fuera de alguna imagen de valor artístico o piadosa.

Como Rector del teologado cumplía una doble función: administrador y formador. Como administrador era riguroso en los gastos y nada pasaba desapercibido bajo su mirada. Revisaba personalmente los libros del contador, y pasaba por la cocina todos los días, en primer lugar, para saber cómo estaba la hijita de la cocinera, pero también para probar él mismo nuestra comida antes que nosotros, y para ver qué se utilizaba de lo que había en la despensa… El hombre estaba en todo. Como formador, su trato no era el de un superior sino el de un padre. Cada uno era “hijo único”, pues así entendía, creo yo, la relación del hombre con Dios. Y para cada uno había premios y castigos, tiempos de alegría y tiempos de penitencias. Yo pasé por ambos. Conocí su benevolencia y su rigor. Cuando había que pasar por alto malos momentos, los pasaba, pero cuando había que extirpar, cortaba sin vacilar. La diferencia entre una y otra cosa era fruto de sus largos momentos de silencio y discernimiento, propios de un verdadero jesuita.

Tal vez, lo más decisivo en mi vida fue su intervención respecto de mi envío como misionero a Japón. La idea nació de mí, como respuesta a las necesidades de la Compañía. Pero él fue siguiendo paso a paso el desarrollo requerido para una decisión de ese calibre. Se mantuvo al margen, dejando que otros me guíen y aconsejen, pero asegurándose de que la decisión final fuese mía, y de nadie más, respetando en todo momento mis vaivenes. Pero una vez tomada la decisión, su apoyo fue constante. En el momento de la partida, él estuvo allí, en el aeropuerto, dando ánimo a mi compañero y a mí, y consolando a los familiares que nos despedían. Luego, a pesar del tiempo, no faltaron cartas para saber de nuestra situación y seguir brindando apoyo. Pero no contento con esto, él vino hasta Japón para conocer por sí mismo cómo estábamos y hacernos sentir que en ningún momento quedaríamos desamparados.

Al volver la vista atrás veo hoy que mucha agua ha pasado bajo el puente, y la corriente ha llevado a cada quién por caminos distantes. Pero el pasado siempre está vivo, actuando soterradamente en nuestro indeterminado presente. No sé que habrá hecho el tiempo de aquel superior jesuita de hace más 30 años atrás. Cosas hubo, también, que no fueron beatificables…, pero tal vez el tiempo, que todo lo sazona, despojó del joven Bergoglio lo más perecedero, y dio como fruto un hombre maduro. Lo cierto es que, si conserva todavía aquellos rasgos que yo conocí de padre y buen administrador, más la experiencia como pastor de tantos años… tal vez la iglesia haya elegido verdaderamente al hombre más adecuado para ese cargo en estos tiempos.

Saludos Jorge, bienvenido Francisco.

Bernardo Nakajima Astigueta (autor de la nota con las manos entrelazadas) junto a Jorge Mario Bergoglio. A la derecha Oscar Kloster y al extremo izquierdo Renzo De Luca, sacerdote jesuitas, que trabaja en el Museo de los 26 Mártires en Nagasaki, durante la visita de Bergoglio a Japón.

Las imágenes son del archivo personal del autor ©

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Sobre el autor:

Bernardo Nakajima (Astigueta), Buenos Aires, Argentina, 1958. Fue miembro de la Compañía de Jesús entre 1978 y 2005. Licenciado en Humanidades y Filosofía (Universidad del Salvador); estudió japonés en la Universidad de Sofía; con una licenciatura y maestría en Teología por la Universidad de Sofía, Japón; maestría en Filosofía por la Universidad del Salvador. Reside en Japón desde 1985. Ha trabajado en la Curia de la Compañía de Jesús de Japón, en el Departamento de Estudios Hispánicos de la Universidad Sofía, en la Sección Cultural de la Embajada Argentina en Tokio. Desde 2007 trabaja en la Universidad de Estudios Extranjeros de Kanagawa, actualmente Instituto de Lenguas y Estudios Culturales de Kanagawa.

Autor: Bernardo Nakajima (Astigueta)

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3 Comentarios

  1. Astigueta es el que está con las manos entrelazadas por delante. El que está a su derecha es Oscar Kloster (hoy ex-jesuita), y a la izquierda de Bergoglio está Renzo De Luca, sacerdote jesuitas, que trabaja en el Museo de los 26 Mártires en Nagasaki. La foto fue tomada durante la visita de Bergoglio a Japón.

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  2. Buena aclaración Bernardo, y muy buenas las fotos, pero que jóvenes, que jóvenes caray. Parece que no estuviéramos viejos.

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  3. Gracias Bernardo por los detalles de la fotografía.

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