EL PINO MILAGROSO DE RIKUZENTAKATA

EL PINO MILAGROSO DE RIKUZENTAKATA
Texto y fotos: Víctor Gusukuma

Pino de Rikuzentakata

 

Ha transcurrido más de ochocientos días y noches desde aquel 11 de marzo que cambió el rumbo de mi actual hogar. La naturaleza decidió mostrarnos todo su poder destructivo en apenas pocos minutos y en un mismo lugar. Sin embargo, el mundo entero fue testigo de otro poderío: el de un pueblo que a lo largo de la historia ha demostrado su grandeza en episodios tristes, algunos de ellos únicos e irrepetibles. El hombre y la naturaleza hicieron daño, pero nada ha impedido que una vez más, el sol vuelva a nacer en Japón.

Por distintas razones fui postergando visitar la zona de Tohoku, lugar del terremoto y posterior tsunami del año 2011. Un viaje que se había convertido en promesa incumplida lo pude llevar a cabo la segunda semana de agosto con la ayuda de algunos amigos. Viajamos emocionados, sin saber a ciencia cierta el panorama que encontraríamos, pero atraídos por una historia: la del “Kiseki no ippon matsu” (奇跡の一本松), conocido por los hispanohablantes como “el pino milagroso”.

Llegamos sin contratiempos después de casi cinco horas de viaje. Aunque la zona está prácticamente limpia de escombros, el paisaje es desolador. Nos detuvimos en una tienda de conveniencia en las afueras de Rikuzentakata, prefectura de Iwate, para preguntar por el famoso pino. El dependiente, amable él, salió y nos indicó el lugar. Fue entonces que logramos divisar a lo lejos aquella silueta que habíamos visto repetidamente en Internet.

Al acercarnos y verlo cada vez más grande comprendí su real valor. Imponente, el pino se muestra solitario rodeado de maquinaria de construcción y de los primeros cimientos de lo que pretende ser un proyecto para hacer del lugar un espacio de encuentro  de lugareños y turistas para recordar a las miles de personas que perdieron la vida aquel fatídico día.

La tierra que hay bajo mis pies está húmeda y abunda arena de la playa por todos lados. Veo un par de edificios de cemento a la espera de ser demolidos. Lo demás es campo abierto y montañas, cuyo color verde armoniza a la perfección con el azul intenso del cielo. Casi no hay gente en la calle. El silencio es quebrado de vez en cuando por uno que otro auto. Lejos de atemorizar ese ambiente devastado, ahí se respira tranquilidad y paz.

Antes del tsunami, Rikuzentakata era un balneario muy famoso en Japón. Sus pobladores, se dedicaban básicamente al cultivo de ostras, sentían orgullo de su playa conocida como la “Hawaii japonesa”. Su litoral era adornado a lo largo de dos kilómetros por un hermoso bosque de pinos rojos y negros conocido como “Takata-Matsubara”. Estos habían sido sembrados por un acaudalado comerciante en el siglo XVII y desde entonces se convirtieron no solo en parte bella e imponente del paisaje, sino en una barrera de protección contra los fuertes vientos de la zona. También, como en todo Japón, éstos árboles simbolizaban lo eterno, la salud y la fuerza de carácter.

Aquel 11 de marzo, la ola furiosa arrasó con todo lo que encontró a su paso incluyendo los más de 70 mil pinos que formaban el bosque, pero increíblemente uno permaneció en pie y fue bautizado de inmediato como el pino milagroso.

Mientras los sobrevivientes buscaban a sus familiares desaparecidos en medio de la destrucción, el pino se convirtió en símbolo de esperanza y fuerza para ellos. Al quedar la zona totalmente devastada, los pocos puntos de referencia para movilizarse y ubicarse eran dos edificios de concreto que resistieron a la ola y el árbol de 27 metros de altura, es por eso que su importancia iba más allá de lo simbólico. En su tronco quedó la marca que indicaba la altura a la que había llegado el agua del mar: 18 metros. Fue un milagro que no haya sido arrancado de raíz como los demás.

La salinidad del agua del mar había penetrado en casi todo el subsuelo de la zona, lo cual debilitó y enfermó al pino. Rápidamente se inició una cruzada para curarlo. El proceso era muy costoso y utilizaron la red social Facebook para recaudar fondos. Gente y personajes famosos de otros países, como el actor estadounidense John Travolta, también se unieron a la campaña.

Sin embargo, pese a todo el esfuerzo por salvarlo, dieciocho meses  después de la catástrofe el pino murió, causando conmoción en los pobladores de Rikuzentakata y en todos aquellos que estuvieron comprometidos con la campaña, entre ellos Yoshihisa Suzuki, responsable del grupo ecologista al frente de la misma. Pero la historia del pino milagroso no terminaría allí. La cruzada continuó, esta vez para convertir al pino en un monumento.

En un cuidadoso y mediático proceso, fue derribado y cortado para su desecación. Luego fue vuelto a armar sobre una estructura de varas de carbono. También se hicieron réplicas sintéticas exactas de sus ramas y hojas. El resultado es impresionante y salta a la vista.

La inauguración del monumento fue durante la conmemoración del segundo aniversario de la tragedia en marzo de este año. Autoridades y pobladores de Rikuzentakata, le dieron nuevamente la bienvenida al pino, y desde entonces se ha convertido en un lugar místico para ellos, y también en parada obligatoria para todos los que llegan a la zona como voluntarios o turistas.

Algunas semillas que lograron ser rescatadas del pino milagroso, germinaron bien y están creciendo en viveros a la espera de que la tierra salinizada vuelva a ser fértil, aunque para esto haya que esperar varios años.

(Publicado en la revista digital Kantō número 2, páginas 20 – 27)

 

Autor: Víctor Gusukuma

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2 Comentarios

  1. que conmovedor relato gracias x hacernos saber un poco mas de apon un pais que a pasar de todas las adversidades de la naturaleza sigue adelante felicitaciones

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  2. Gracias a tí, Rafaela, por leer la nota y comentar sobre ella. Un abrazo.

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