Cuando los años se tiñen de plateado

I

El 15 septiembre en Japón es un día feriado, pero casi nadie sabe el motivo. La mayoría se alegra porque “ese día es yasumi”, simplemente eso, es un día olvidado, un día desapercibido, uno cualquiera, nada en especial…

Yolanda e Irene

Hoy me encontré con un par de amigas, muy cerca del lugar donde trabajo. Los días lunes a la hora del almuerzo me doy una “vueltita” para verlas. Las edades que tienen son como una madre e hija y la relación entre ellas algo similar. El diálogo entre Irene y la señora Yolanda es a veces tierno, conmovedor, alegre y otras confidencial, nada raro entre dos mujeres.

La señora Yolanda Kanematsu, tiene 84 años. Conversar con ella es tan ameno, alegre, sus palabras llenas de sabiduría me envuelven que olvido que solo pasé a saludarla por un momento. Con ella se pasan las horas entretenidamente.

Yolanda llegó a Japón el año pasado para asistir al matrimonio de su nieta, a pocos días de estar en este país se fracturó la cadera. Desde aquella vez la señora se moviliza en silla de ruedas, aún en esa situación ella es muy activa. Hace un mes que inició su rehabilitación en un establecimiento para cuidados de ancianos y hoy la encontré muy feliz: le enseñaron como pararse y dar unos pasos.

—¿Señora Yolanda cómo se encuentra hoy? —le pregunto.

—Feliz señorita —responde—. Gracias a Irene estoy muy contenta de estar aquí, quisiera venir todos los días, usted sabe, todos mis hijos trabajan y yo paro sola en el apato.

—¿Y la comida, no tiene problemas con la comida japonesa?

—Para nada, me dan la comida como para pasarla fácil sin necesidad de masticar. Y más tarde Irene me mide la presión y me baña.

Aparece Irene con un vaso de agua y las pastillas de la señora Yolanda en la mano.

Morita san, un señor de aproximadamente 60 años me mira y sonríe.

—Los peruanos son muy atentos con los ancianos —dice—, demuestran mucho amor. Los japoneses no somos así. Ellas parecen amigas de años o madre con hija.

Sentí un dolor y a la vez orgullo en el pecho, sus palabras transmitían soledad, y su mirada muy lejana que apenas la podía divisar a través de las gruesas lunas de sus anteojos.

Había alrededor de quince ancianos, todos callados, con la cabeza cabizbaja, por ahí escuchaba a algunos sollozando “¿cuándo me voy a mi casa?”, “¿todavía no es hora?”, “¿a qué hora me recogen?”

Miro alrededor y la señora Yolanda es la única que irradia alegría, fortaleza, a pesar de estar en silla de ruedas. Ella está tejiendo a crochet. Su cabello entre canoso ondulado, sus arrugas acentuadas por la edad, me recuerda las letras de un tango que habla de una viejecita con hebras de plata. Tiene la convicción de que se va a recuperar, a caminar por si sola, volver a trabajar, pero esta vez ya no por sus cinco hijos, sino que lo hará por sus nietos,

Son cerca de la una de tarde, acaba la hora de mi descanso, tengo que apresurarme, debo regresar a trabajar.

—Señora Yolanda —le digo—, nos vemos la otra semana.

Me abraza, me da un gran beso, luego arregla sus cabellos con los dedos, un movimiento torpe a la vez, digno de la edad. Percibo un aroma, tal vez su perfume o el colorete de labios…

…………

II

Salgo del trabajo, son las cuatro de la tarde, me dirijo a casa, el tráfico es estresante.

Tadaima —saludo al entrar.

—Hola chica ¿cómo te fue? —responde Irene que conversa con mi madre en la cocina—. Por qué no llevas a tu mamá al DAY para que se se distraiga y converse con la señora Yolanda. Lo va a pasar bien, se va a distraer y hará muchas amistades.

—¿Y quién es Yolanda? —pregunta mi mamá.

—Es una historia larga de contar mamá —le respondo.

Irene siempre habla con un tono alto, seguro, sonriente. El DAY, es así como le llama al establecimiento de cuidados de ancianos por día. Seguimos departiendo mientras tomamos unas tazas de café. No sé por qué pero siento que el café combina tan bien en una charla de mujeres.

Yolanda e Irene

—Dime Irene por qué escogiste este trabajo tan sacrificado de cuidar ancianos —le pregunto.

Irene se pone seria, pensativa. Demora algunos minutos en responder.

—Creo que siempre tuve la vocación. Porque sabes, esto es vocación, no puedes pensar que haces esto por trabajo o que trabajas por ganar dinero. Debe ser de sangre, mis dos hermanas que radican en España también son herupa —dice, mientras suelta la risa.

Hace una pausa, recuerda algo: una anciana que se suicidó por sobredosis. “El día anterior la anciana estuvo mirando un álbum de fotos, la foto del día de su matrimonio. Con gran tristeza nombraba a sus hijos, no los veía desde hacía muchos años, ella se sentía sola y abandonada”. Irene saca su celular del bolso, me muestra la última foto que se tomo con la anciana, los ojos de Irene se pierden nuevamente en un silencio profundo, toma la taza de café y da un sorbo.

—Me gusta ver a los viejitos sonrientes —cuenta—, hacerles bromas, conversar con ellos. Van perdiendo vergüenza, demuestran cariño, se vuelven niños. Me abrazan, me toman de la mano, me piden que no los deje, que los acompañe. Me tratan como a su hija, es una satisfacción inmensa.

La sonrisa vuelve al rostro de Irene, toma una naranja del plato de frutas y la descascara, puedo percibir el cítrico aroma.

Irene Shimabukuro, lleva casi tres años trabajando en el cuidado de los ancianos en Japón, su experiencia con ellos la ha convertido en otra mujer, muy diferente a la que conocí hace años atrás: una empleada de fábrica que apenas podía decir “ohayou”. Ahora es una mujer que se ha esforzado en aprender el idioma japonés, su rostro, su mirada profunda revela la fortaleza espiritual que posee.

La tenue luz amarilla de la lámpara, colgada sobre el techo, se refleja exactamente en el color negro de mi café, Irene retoma la conversación:

—Yo cuido de la señora Yolanda, ¿pero sabes qué quisiera, cuál es mi sueño? —me confiesa—, que en Japón podamos crear instalaciones para el cuidado de ancianos latinos. Para poderlos cuidar en nuestro propio idioma, con nuestras propias comidas. Un lugar a donde en algún momento podamos ir, sin miedo a llegar a ser viejos, sin pensar quién nos cuidará, quién verá por mí. No quiero terminar como tantos viejitos que se suicidan, ellos viven una vida muy triste, sus familias los abandonan, nadie los visita, los tratan como una carga.

Veo a mis viejitos sentados delante del televisor encendido, los dos cabeceando, yo no podría vivir un día sin ellos, sin escuchar sus risas y sus quejas, son mi apoyo moral. Creo que hoy dormiré temprano, mañana los llevaré a conocer Yokohama y a comer algo rico en el barrio chino. ♦

GLOSARIO DE TÉRMINOS:

Yasumi: Descanso.
Apato: Apartamento.
San: Señor.
Tadaima: Saludo al volver a casa, ya regresé.
Herupa: (Home) Helper, asistencia a los ancianos.
15 de septiembre: Día de Respeto a las Personas Mayores

(Publicado en la revista digital Kantō, número 2, páginas 56 – 59)

Autor: Cecilia Shimabuku

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14 Comentarios

  1. Muchas bendiciones para todas esas personas q estan al lado de los ancianos cuindandolos protegiendonos ayudandolos es muy gratificante estar con ellos trabaje en un lugar asi,y soy testigo de ver como nosotras las peruanas o Latinas Samos muy diferentes de Los japoneses son tantas cosas recuerdos experencias alegrias en fin muchas abundantes bendiciones

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    • Muchas gracias Carmen por identificarte dejar tu comentario!

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  2. Me ha emocionado mucho leer este articulo tan humano y lleno de amor. Yo de jovencilla trabajé en una residencia de ancianos, pero al salir de allí y llegar a mi casa, me ponía a llorar como nadie. Ahí me di cuenta que efectivamente hay que tener vocación para cuidar a nuestros mayores. Ahora después de 30 años, no descarto la idea de ser voluntaria y pasear, charlar e incluso jugar unas cartitas, para hacerles pasar un ratillo agradable, porque efectivamente, sea el país que sea, muchos están solos….
    Recibe un fuerte abrazo, Mis felicitaciones Irene.
    Una madrileña. Teresa

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    • Gracias Teresa, mis respetos a los voluntarios, yo intente cuidar ancianos, pero igual que tu, regresaba a mi casa y me ponia a llorar, no es un simple trabajo, hay que tener mucha fuerza y vocacion

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    • si efectivamente es don que nace y hay que ser fuerte para soportar todos los problemas que tienen los ancianitos ,para mi particularmente que los veo a menudo xk ese es mi trabajo son como unos ninos que les falta mucho amor y carino hay que entenderlos y mimarlos los adoro gracias x tu comentario teresita

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  3. un hermozo articulo que me llena de emocion, una que es ver a mi tia Yolanda que hace un buen tiempo no la veo y tambien el saber que hay personas que como tu perciben en los ancianos su sensibilidad y esa etapa de la vida , la ancianidad en donde el cuerpo envejece pero no la actividad creadora del espíritu ,es esa primavera eterna de su alma que muchas veces a traves de sus conversaciones descubrimos en la ancianidad la etapa de la cosecha y con su lucecita encendida siguen brillando a su alrededor ,un abrazo y sigue adelante. YANINA.

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    • es un amor de mujer .madre ,abuela la sra yolanda una personita muy especial con un corazon de oro se le nota todo el amor que tiene hacia su familia no dejemos que se sienta solita ahi estamos todos ,para decirle te amamos mucho un besito yanina x tu comentario

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    • Conoci a tu tia Yolanda hace dos meses atras, es una persona con gran vitalidad, llena de energia, gane mucho en conocerla!

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      • gracias a esta linda entrevista y relato s a lalinda columnista, periodista cecilia shimabuku una mujer guerrera en todo lo que se trate de ayudar a las personas ella esta dispuesta hacerlo gracias a la revista kanto x sus buenas columnas ,arte cultura vida diaria y sus excelentes notas y fotografias muchos exitos .

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  4. Que alegria ver a mi tía Yolanda, siempre de buen corazón y una gran fortaleza. Como siempre inspirada en su familia primero sus hijos y ahora sus nietos, por Perú siempre la recordamos con mucho cariño es una excelente persona. Irene gracias por vuestra compañia.
    Con aprecio Isabel y Henry Quiroz.

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    • Si, la sra Yolanda es una gran persona, se desvive por su familia, es la base de su fortaleza, sus hijos, sus nietos, sus familiares, podria decir que ya los conozco a todos…gracias por el comentario Isabel

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    • gracias a dios x darme la fortaleza que nesecito y gracias x estar al lado de tu tia yolanda contandome sus anecdotas ,su sonrisa que brota de sus labios al recordar sus lindos momentos y tambien sus tristezas x sus nietos que estan en peru , cuando se ve en su silla de ruedas pero ,se que ella volvera a caminar y regresara ahi es cuando me sentire triste y feliz a la vez de haber conocido a una linda sra.
      gracias isabel x tu comentario

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  5. Ojala hubieran muchas personas caritativas como tÚ, seria una bendición para el mundo por que muchos desprecian a las persona ancianas no saben que ellos tambien van a pasar por esa etapa y es la etapa que mas tiempo dura bendiciones y sigas con ese carisma te admiro muchas felicidades

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  6. いいいいねおめてとう

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