CASA DE NADIE
Amiga: ¿Cómo te trata la vida?
¿Cómo te encuentra la noche cada día en tu cobija?
Amiga: ¿Dónde esperas ahora?
¿Dónde te vuelves mariposa para escaparte de ti misma?
Confiésate conmigo esta noche.
Está lloviendo y estoy sentado entre dos piedras, entre dos pedazos de arena.
Dime tus pecados y tus miedos
y el nombre del octavo pasajero
que te robó la esperanza.
Aquí estoy para escucharte.
Amiga: ¿Dónde quedó aquel velo negro que protegía tus heridas?
¿Dónde olvidaste la arboleda para perderte entre bullicio y armonía?
De seguro no recuerdas.
No tienes idea.
Ninguna.
Y te entiendo. Yo también aprendí a cazar a hurtadillas.
Yo también temblé con las rocas atravesando mis mejillas.
Pero ya es tarde.
Déjame partir ahora,
con una sonrisa
y una lágrima incrustada en la desdicha.
Déjame partir ahora,
con mi cuerpo salvo
y mis manos amarillas.
Porque, amiga, de amistad no se vive
(ni de cobijas, mariposas, pasajeros ni arboledas), se vive del hambre, de las ferias de pueblo donde los vasos chocan, del agua de mar dulce, del espejo que se quiebra cuando en él me miras, y hay que saber conducir entre sábanas, entre hemisferios y líneas ecuatoriales, entre meridianos y polos, entre lagartos y osos polares.
Hay que saber vivir sin dormir, dormir sin soñar y soñar sin vivir.
Hay que saber llegar a donde no se existe.
Aquí.
A tu casa.
Te abro la puerta. Entra.
Pero no vuelvas.
(Mario Poe VRSV)