Por Álvaro Del Castillo
Vivir en Japón tiene, para los que ya tenemos algunos años insalvables diferencias. Que transcurren y pasan casi sin darnos cuenta, como el dormir, caminar y comprar una bolsa de pan. Pero en esas cosas comunes y silvestres se dan las diferencias entre los mundos tan distantes como el latinoamericano y el japonés. ¡Pero claro que somos distintos y diferentes!, en el idioma, las costumbres y tantas cosas. Pero ironías de la vida, las diferencias caen como la lluvia, con mucha naturalidad en los aspectos menos pensados.
Al abrir la puerta de ingreso al calor de una vivienda japonesa, al ingresar al lejano Japón, los latinoamericanos ingresan también a las sorpresas, porque las puertas se abren, ¡oh incertidumbre!, hacia afuera y casi nunca se cierran automáticamente, sino que hay que cerrarlas con la llave por fuera o el cerrojo por dentro. Eso es inconcebible para nuestras antiguas costumbres de abrir y cerrar puertas. Porque todos sabemos que las puertas se abren hacia adentro de la casa. Entre otras cosas por cuestiones de seguridad y siempre quedan con llave al cerrar la puerta. Por eso hay que estar prevenidos al abrir la puerta de nuestra felicidad en Japón y no toparnos con sorpresas desagradables…
Para envolver un paquete, las costumbres andinas y la comodidad de ser diestros, nos hace envolver un paquete, caja o cualquier objeto de izquierda a la derecha. Pedro o Juan envuelven con plástico, papel o tela, en el sentido de las agujas del reloj, bien “apretadito” y con mucha alegría. Pero a muchos de los latinoamericanos en Japón, en la fábrica de todos nuestros días, en la oficina de correos, etc., los envoltorios se hacen con mucha naturalidad de derecha a izquierda, para nuestra sorpresa. Desconozco los motivos de tal desencuentro.
Y siguiendo con los desencuentros, las carreras de caballos, “los burros”, el hipódromo. Como todos sabemos en Latinoamérica las carreras de caballos en la pista circular, se realizan de izquierda a la derecha, buscando el boleto de la suerte. Y en Japón la misma emoción y ansiedad corre, pero en sentido contrario, de la derecha a la izquierda. Por suerte los mundos son muy lejanos, y no existe la posibilidad de que se encuentren en una misma carrera, pista y choquen.
Las antípodas de nuestro desconcierto también nos lleva a la dirección del tránsito vehicular. Pues en Latinoamérica los coches van por la derecha y desde luego el timón y el conductor a la izquierda de los vehículos. Todo lo contrario sucede en las islas japonesas, los coches discurren cautos y veloces por la izquierda. Siguiendo la costumbre inglesa de ir por la izquierda. Por eso los latinoamericanos recién llegados, tienen que tener mucho cuidado a la hora de cruzar una pista, porque miran siempre a la izquierda, es decir al lado contrario por donde vienen los autos.
Y para terminar, el orden de los nombres y las fechas. Aunque en esto, la costumbre japonesa es común también en el mundo anglosajón. Para los latinoamericanos el nombre de pila va primero y luego los apellidos de la familia, primero el apellido del padre y luego el de la madre. En Japón no, primero va el apellido y luego el nombre, así que si no conocemos mucho del idioma japonés, un apellido puede parecernos un bonito nombre, como Yanai o Yoshii. En las fechas también reinan los desencuentros, porque los latinoamericanos ponen primero el día, el mes y al final como debe ser, el año, pero para nuestro desconcierto los japoneses tienen la costumbre de poner todo al revés. Este es un esfuerzo por conocer nuestras diferencias y contradicciones en el caminar por este valle de sorpresas. Pero quizás con esto, la vida se hace más interesante, ¿no?