LA YAKUZA
Violencia y extorsión en el corazón de la sociedad japonesa.
Colaboración especial de Federico Pérez.
En Japón, a pesar de ser uno de los lugares más seguros del mundo, opera una de las mayores bandas criminales a nivel global: la Yakuza.
Al hablar de la Yakuza nos referimos a una serie de grupos de delictivos cortados bajo un mismo patrón.
Este es un modelo originario de Japón y su tradición se extiende en el tiempo y el espacio, hasta contar en la actualidad con unos 110.000 miembros activos divididos en 2.500 familias.
Su influencia llega más allá de las fronteras japonesas alcanzando otros países de Asia y llegando incluso a los Estados Unidos o Europa.
La ascendencia de la Yakuza en la sociedad japonesa es mayor y se encuentra más enraizada que cualquier otro tipo de delincuencia organizada en el resto del mundo.
Según diversos observadores internacionales, a la Yakuza puede atribuírsele una alianza firme e histórica con diferentes políticos del espectro ultraconservador o de corte nacionalista en Japón.
Además de los crímenes y fechorías que pueden atribuirse a cualquier grupo criminal de esta envergadura, la Yakuza se encuentra instalada de forma cómoda y significativa en el mundo corporativo nipón.
NOMBRE
El nombre del modelo mafioso que compone el hampa japonés, o Yakuza (ヤクザ), tiene un origen incierto y controvertido.
Sin embargo, una de las teorías que más calado ha adquirido dice que dicho nombre proviene del apelativo de la mano perdedora en el juego de cartas Hanafuda (花札).
Dependiendo el tipo de lectura que se aplique a los kanijs, ya significa 8, ku significa 9, y za significa 3, números que el total suman 20.
Los yakuza están orgullosos de su posición marginados, y la palabra yakuza refleja esa auto-imagen que la sociedad rechaza.
Los yakuza son las malas manos de la sociedad; esta es una caracterización que abrazan gustosos, de la misma manera que los moteros norteamericanos lo hacen al tatuarse el lema Born to Lose en sus bíceps.
En este contexto, dichas organizaciones criminales también se conocen como gokudō (极道), sin embargo la policía japonesa ha extendido la denominación bōryokudan (暴力団), literalmente grupo de la violencia, para abandonar la mística que en un principio los acompañaba.
Por último, estos criminales tienen del mismo modo un apelativo para autodenominarse, llamándose a sí mismos ninkyodantai (任侠団体o 仁侠団体).
HISTORIA
Como ya hemos comentado con anterioridad, hay un misticismo innato que acompaña a estos individuos; por ello, su origen no se libra de igual modo, de multitud de versiones y especulaciones.
En sus primeros momentos, siempre teniendo en cuenta la parte que la exponga, se relaciona el origen a este grupo criminal con el cambio social ocurrido durante la era Tokugawa.
Este periodo de paz vivido en Japón, condujo al florecimiento de las artes y costumbres más singulares de las islas a la vez que dejó a multitud de samuráis sin una ocupación definida, empujándolos a una vida ociosa y en la que debían buscarse la manera de subsistir.
Así, la Yakuza puede remontar sus orígenes al 1612, cuando un grupo de ronin comenzó a atraer la atención de los funcionarios locales por sus ropas extrañas, cortes de pelo y comportamiento errático. Al mismo tiempo, acompañaban estas características con el uso de espadas largas a los lados.
A estos individuos se les llamó kabukimono (“los locos”), recibiendo también el nombre de hatamoto-yakko (“Siervos del Shogun”).
Los kabuki-mono eran samuráis excéntricos, que usaban nombres extravagantes para sus grupos y hablaban en una jerga propia (claramente identificable con la jerga entre malhechores nacida en la España del siglo de Oro, la llamada Germanía).
La lealtad que se profesaban entre ellos era notable, protegiéndose mutuamente de cualquier amenaza incluso de sus propias familias y allegados. Estos tenían el hábito de aterrorizar a cualquier persona en su tiempo libre, hasta el punto de practicar con sus espadas y asesinar por placer. De este modo, muchos acabaron convertido en bandidos, y saqueadores de ciudades y pueblos.
Sin embargo, la Yakuza ve a sus antepasados en otro grupo de la época, el Machi-Yokko (“Funcionarios de la ciudad”).
Estas personas eran oficinistas, comerciantes, hosteleros, trabajadores, guerreros sin hogar y otros ronin que tomaron las armas para defender las aldeas y pueblos de los Kabuki-Mono.
Los Machi-Yakko pronto se convirtieron en héroes populares, alabados por el pueblo por sus acciones y llegando algunos de ellos a protagonizar cuentos y obras teatrales.
ORGANIZACIÓN
A pesar de estas historias, realmente la Yakuza (tal como la organización criminal que concebimos hoy) no se puede identificar hasta finales de 1700.
Es en este tiempo cuando se distinguen organizaciones integradas por los bakuto (jugadores tradicionales) y los tekiya (vendedores ambulantes), términos que aún hoy son utilizados en diversos ambientes para describir a los miembros de las diferentes familias. A ellos, se añadió un tercer en la era posterior a la Segunda Guerra Mundial, los gurentai (matones).
Si se presta atención al origen social de todos los integrantes se encuentra un punto de unión: jóvenes problemáticos, niños desamparados, delincuentes, pobres e inadaptados.
Es en este punto donde cabe hacer mención especial al grupo de los Burakumin, un estrato social que aún hoy es discriminado dentro de la sociedad japonesa; estas familias son descendientes de la casta de los marginados o parias de la época feudal (sobre todo quienes tenían ocupaciones que se consideren contaminadas por la muerte o impureza ritual: carniceros, verdugos, enterradores o trabajadores del cuero).
Estas personas vivían de forma tradicional en sus propias aldeas y guetos; hoy en día, aún se distinguen familias y ubicaciones marcadas por este estigma y sus activistas son férreos defensores de una inclusión e igualdad de oportunidades que no se ha llegado a producir.
Esta situación anacrónica en pleno siglo XXI produce un caldo de cultivo basado en marginalidad y segregación idóneo para la delincuencia. Es por ello que, según Mitsuhiro Suganuma (ex-funcionario de la Agencia de Inteligencia de Seguridad Pública), los burakumin suponen alrededor del 60 por ciento de los miembros de toda la Yakuza.
Al igual que la Camorra, la Mafia siciliana u otras organizaciones de la misma índole, en los últimos años la Yakuza se ha visto obligada a reducir sus normas para integrar nuevos miembros. Como resultado, hay quien afirman que no son ni tan organizados ni tan poderosos como antes.
Esta laxitud en las normas ha llevado a la Agencia de Policía Nacional a usar el término boryokudan agrupando con ellos a otros grupos delictivos. La Yakuza, que defiende sus lazos ancestrales con los samuráis, rechaza el término y lo considera un insulto.
En la Yakuza perdura un modelo organizativo de características familiares, basándose en la relación conocida como oyabun-kobun (father-role/chiled-role).
La Yakuza actúa como el “padre”, prestando asesoramiento, protección y ayuda, por lo que el “niño”, jura lealtad inquebrantable y está dispuesto cada vez que el oyabun lo necesita.
En la ceremonia de iniciación de la Yakuza en lugar del derramamiento de sangre que es practicado por la mafia y las triadas, se intercambian tazas de sake para simbolizar la entrada y la aceptación de la relación oyabun-kobun.
La cantidades de sake vertido en cada taza depende de la propia situación y el vínculo que se adopta: si los participantes pasan a ser padre e hijo, hermano-hermano mayor-menor, etc. La ceremonia se lleva a cabo generalmente frente a un altar sintoísta, dándole un significado religioso.
Al igual que otras organizaciones criminales, la estructura de poder Yakuza se asemeja a una pirámide: con un patriarca y sus leales subordinados por debajo de él. El principio rector de la estructura yakuza es, tal como hemos dicho, la relación oyabun-kobun; cuando un hombre es aceptado en la yakuza, tiene que aceptar esta relación prometiendo lealtad incondicional y obediencia a su jefe.
El oyabun, como cualquier buen padre, tiene la obligación de ofrecer protección y buenos consejos a sus hijos.
RITUALES & TRADICIONES
Han corrido ríos de tinta explicando, estereotipando y mitificando la rutina de esta organización; en este periplo de difusión internacional, lo más peligroso es olvidar que pese a la atracción que pueda despertar nos encontramos ante un grupo de delincuentes.
Sin embargo, este proceso tiene su base en rituales tan especiales y propios como el yubitsume. Si un miembro de la yakuza desagrada a su jefe o pretende abandonar la organización, el castigo es el yubitsume, la amputación de la última articulación del dedo meñique.
Una segunda infracción hará necesario el corte de la segunda articulación de dicho dedo, y otros delitos pueden requerir de pasar al siguiente dedo.
Para llevar a cabo el yubitsume, se entrega a la persona que realiza el ritual un paño limpio, blanco y pequeño; el protagonista pone su mano sobre la tela y usando un cuchillo afilado corta la falange de su meñique izquierdo por encima de la articulación superior del dedo.
Acto seguido, envuelve la parte cortada en la tela y presenta el “paquete” de forma ritual y sumisa a su oyabun.
El origen de esta práctica se remonta a la época del bushido y de los samuráis.
Aún hoy, es fácil para cualquier aficionado al kendo reflexionar sobre la importancia que la última falange del meñique tiene para manejar la espada de bambú, o shinai (竹刀).
La desaparición de esta porción de los dedos más pequeños debilita la mano y no permitía a los samuráis imprimir la fuerza necesaria a su espada en la lucha.
Cuando una katana se agarra correctamente, el meñique es el dedo más importante y el que imprime más fuerza al movimiento; con una mano dañada, el mutilado quedaba excluido de las labores de lucha y debía acudir al amo para su protección. Hoy en día este ritual de mutilación es totalmente simbólico.
Este ritual provoca que los afectados queden estigmatizados socialmente de por vida; incluso dentro de una sociedad donde la Yakuza es un ente natural, sus miembros causan rechazo y miedo a partes iguales.
Por ello, se está generalizando el uso de prótesis que permiten una inclusión real dentro de una sociedad en la que ser señalado como Yakuza puede acarrear una segregación perpetua.
TATUAJES
Otro de los puntos calientes al hablar de la Yakuza, tanto en Japón como en el extranjero, son los tatuajes que decoran sus cuerpos a modo de lienzo.
Los miembros de la Yakuza usan los tatuajes como forma de representar estatus y pertenencia al grupo; estas obras son elaborados murales que suelen cubrir todo el torso, espalda, así como los brazos hasta el codo y las piernas hasta la mitad de la pantorrilla. Haciendo una comparación poco ortodoxa pero que facilita el entendimiento de todos, un Yakuza completamente tatuado y desnudo parece estar usando ropa interior larga.
Dragones, flores, paisajes de montaña, elementos mitológicos paisajes turbulentos, insignias de las pandillas y diseños abstractos son imágenes típicas utilizadas para el tatuaje de un Yakuza.
La técnica usada para la realización de estos tatuajes es dolorosa y puede tomar cientos de horas, pero el proceso se considera una prueba de la entereza de un hombre.
Estos tatuajes, conocido como Irezumi (入墨), se siguen realizando de forma tradicional: la tinta se inserta debajo de la piel utilizando herramientas manuales, con agujas de bambú afiladas o de acero. Este es un procedimiento caro y doloroso que puede llevar años en completarse.
Cuando los miembros de la Yakuza participan en festivales se les permite mostrar su cuerpo lleno de tatuajes. Estas son unas de las pocas veces que los miembros de la yakuza muestran sus tatuajes a los demás, ya que normalmente los mantienen ocultos.
Es importante tener en cuenta este dato para entender del mismo modo el tabú que el tatuaje supone, aún hoy en día, en Japón.
CONCLUSIÓN
Pese a que este es un tema amplio y con gran cantidad de variables, como conclusión no nos convendría olvidar la influencia que este conjunto de personas ejerce en los bajos fondos de Japón y de parte de Asia.
Su aparición y permanencia en primer plano se debe, al igual que otros grupos en Europa o EE.UU.), a la concurrencia de factores como la pobreza, falta de oportunidades, corrupción, tráfico de personas, etc.
Si bien es cierto que las implicaciones sociológicas de la Yakuza van mucho más allá de lo que podemos imaginar, este punto hemos de reservarlo para realizar una aproximación más en profundidad a temas que impliquen su estatus dentro del grupo, su ayuda a los damnificados de terremotos o su negativa al tráfico de drogas a gran escala dentro de las islas.
La Yakuza, no es sino una parte más del fabuloso entramado sociocultural al que conocemos como Japón y que hemos de estudiar paso a paso y sin prejuicios para llegar a comprenderlo de forma seria y rigurosa.▲
© Federico Pérez.
Graduado por la Universidad de Salamanca
Línea de investigación: sociología y antropología japonesa.
Profesor en el Instituto Cervantes de Tokio y docente universitario.
Publicado en la revista Kantō, número 10, pp. 20 – 25.