TSURU NO ONGAESHI (El agradecimiento de una grulla)

Por Keiko Tanahara

(Relato tradicional del Japón
Traducción al castellano por Keiko Tanahara)

Había una vez, un matrimonio de ancianos.  Un día de nieve, el abuelito fue a la ciudad a vender leña, sin mucho éxito en su gestión. En el camino de regreso a casa encontró una grulla atrapada.  Tuvo compasión por ella y la liberó de la trampa.

Esa noche que nevaba intensamente y se acumulaba con rapidez, una bella joven tocó a la puerta de la pareja pidiéndoles tengan la bondad de darle posada por esa noche. Dijo que estaba perdida en camino hacia la casa de unos parientes, porque había quedado sola por la muerte de sus padres.  La pareja la acogió en su casa.

Al día siguiente y al otro día, la nieve no cesaba y la joven siguió en la casa de la pareja anciana.  Durante esos días, la joven se esmeró mucho en ayudarlos y ser útil en todos los quehaceres, por lo que los ancianos quedaron muy contentos.

Un día, la joven les rogó que en vez de ir a casa de sus parientes, a quienes nunca había visto, preferiría ser hija de los dos y que la adoptaran como tal.  La pareja anciana aceptó muy feliz la propuesta.  La joven continuó al lado de ellos y los siguió apoyando en todo.

Un día pidió que le compraran hilos pues quería confeccionar unas telas. El anciano fue a comprarlos y al entregárselos, ella dijo:  “Por favor no miren de ninguna manera dentro de la habitación mientras trabajo”. Se encerró tres días y tres noches trabajando en el telar sin descansar ni dormir, hasta lograr un hermoso tejido. Entregándolo al anciano le dijo:  “Venda esta tela y vuelva a comprar más hilos, por favor”.  El tejido que ella confeccionó era muy hermoso y de inmediato cobró elogios en la ciudad y se vendió a muy alto precio.  El anciano le trajo más hilos y la joven entró a trabajar en el telar por segunda vez. Esta vez resultó mucho más hermosa que la anterior y se pudo vender a más alto precio, por lo que la pareja anciana alcanzó una vida holgada.

Cuando la joven entró a trabajar por tercera vez a la habitación, la pareja de ancianos que en las dos veces anteriores habían cumplido con la promesa de no mirar lo que ella hacía, les entró la curiosidad por saber cómo es que ella trabajaba los hilos en el telar para conseguir tan maravillosa tela.  Se dejaron vencer por su curiosidad y abrieron la puerta de la habitación, topándose con la sorpresa que ahí dónde se suponía estaba trabajando la hermosa joven, estaba una grulla trabajando en el telar, sacándose las plumas con el pico e insertándolas en los hilos.

Ella se acercó a los asustados ancianos con la tela acabada y les confesó que era la grulla que el anciano liberó de la trampa aquel día que regresaba de la ciudad sin haber podido vender la leña.  Que en gratitud había tenido la intención de seguir como su hija para cuidarlos, pero por haber sido descubierta en su identidad real, tendría que partir y adoptando su figura de grulla, echó vuelo cielo arriba siendo despedida por la pareja anciana apenada por su partida.

Oshimai (Fin)


Sobre la autora: Keiko Tanahara, trabajadora de la municipalidad de Tsurumi, prefectura de Kanagawa, asiste a los extranjeros en trámites municipales.

“Me gustaría compartir los cuentos tradicionales del Japón con las mamás migrantes cuyos niños crecen en las guarderías y escuelas japonesas donde acceden tanto a estos cuentos y a los universales a través de los Ehon (libros de cuentos) o los Kamishibai (*) como parte del itinerario de su formación, cuya absorción irá tornándose parte de su bagaje cultural. Pienso que entender el bagaje cultural que van adquiriendo los niños en Japón, puede ayudarnos a comprender parte de los elementos que van amoldando su mentalidad, que la percibimos un poco diferente a los que acarreamos los padres, hasta una sensación de distancia. Sé que muchos de los cuentos tradicionales ya son conocidos, por lo que procuraré ir presentando en cada entrega, cuentos no tan difundidos.”


(*) Kamishibai, literalmente traducido sería: teatro de papel. Hasta un tiempo después del despegue económico del Japón, solía haber cuentacuentos ambulantes que iban contando historias y cuentos tradicionales en los barrios, con un pequeño escenario que estaba dispuesto para mostrar las escenas dibujadas de la narración secuencial al público infantil. Hoy estos cuentacuentos ambulantes prácticamente se han extinguido, aunque excepcionalmente hay quiénes intentan reactivar y preservar la tradición. En las guarderías infantiles y escuelitas es un material didáctico infaltable.

Autor: Kantō - Redacción

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1 Comentario

  1. Muy interesante la labor que desempeña al difundir la narrativa tradicional de una Nación tan mística, de una Nación apoderada por la modernidad sin dejar atrás sus conceptos y sus valores tan arraigados en su sociedad, me gustaria poder seguir leyendo sus textos Domo Arigato

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